80 km de recorrido duro duro entre Tres Cantos y Guadalix de la Sierra. Aproximadamente 2000 metros de desnivel acumulado. Repartidos entre muros, trialeras y tramos de llano rompepiernas.
Mi primer marathon del Festibike. Era la primera vez que se hacía el Festibike en Tres Cantos, y conociendo un poco la zona pensé que la ruta no sería demasiado dura, pero una vez más me confundí y resultó ser uno de los trazados más duros con los que me había encontrado a lo largo de mi afición a la bicicleta. Lo mas duro eran las bajadas, trazadas a lo largo de caminos o trialeras muy cargados de piedra, que te obligaban a estar muy atento y agarrando firme el manillar. Aun así, toda mi atención no bastó para evitar una caída en un tramo de «canchales» donde quise poner pie en tierra y lo que conseguí fue mover mi eje de gravedad hacia delante y caer con una voltereta. Todo quedó en unos raspones y un fuerte golpe en el costado.
Lección aprendida. Pensé que el trazado sería bastante llano, y por ello me uní a la cabeza de la marcha desde los primeros compases. Rodamos durante los primeros 5 o 6 km a más de 35 km/h de media. Sufrí bastante para no descolgarme ya que pensé que si toda la ruta era como este tramo, podría ir enganchado a la rueda de alguien para poder realizar la marcha con un mejor tiempo. En el kilómetro 10 aproximadamente empezaron las subidas, y como primer plato un muro que terminaba en un tramo donde tuve que poner pie en tierra, a partir de aquí fue un calvario, ya que a la dureza del trazado tuve que añadir el agotamiento acumulado durante la primera parte de la ruta.
Cercano al kilómetro 15 subiendo por un rampón, me pasó Hermida, «el mismísimo subcampeón olímpico», paso a mi lado y dijo, venga chaval que ya lo tienes, y yo pensé, sí, lo que tengo es la pájara asegurada. El iba de pié surcando los obstáculos con una tranquilidad pasmosa mientras que yo ya había tenido que poner pie en tierra momentos antes. Después me enteré de que había llegado con el grupo de cabeza, o sea que ¿había salido mucho más atrás que yo y había conseguido llegar con los primeros?
El límite del sufrimiento. Muchas veces me había preguntado cual había sido mi momento más duro sobre una bicicleta. Momentos duros podría enumerar unos cuantos, aunque nunca me acordaría de las caídas, si que recuerdo cuando en Cadetes o Juveniles pinchaba poco después de la salida y tenía que intentar coger a un grupo que rodaba a 50 km/h. El pulso subía al límite, las piernas se hinchaban hasta un volumen muy superior al normal, la boca te sabía a sangre y todo para no conseguir enlazar en la mayoría de las ocasiones. Creo que estos eran de los peores momentos que recordaba hasta que hice el Festibike del 2004.
Conozco perfectamente la sensación de la pájara y puedo asegurar que la cogí en el km 34 o 35 y que no la solté hasta la hora de la cena por lo menos. Se trataba de una ruta circular en línea y la posibilidad de marcha atrás era nula. Tuve que acabarla arrastrando el trapo de forma lamentable. Lo peor de todo era el dolor que sentía por todo el cuerpo como si tuviera una fiebre de 40º. Todo el tiempo iba mirando el reloj para ir descontando kilómetros, y solo quería que dejara de haber bajadas, tenía la sensación de estar bajando todo el tiempo, bajando trialeras incómodas que me hacía estar con la máxima tensión para evitar mas caídas.
Siempre me ha gustado subir, pero hasta este momento no me había dado cuenta de lo poco que me gusta bajar. A partir de la mitad de la ruta, cada subida o repecho era como un oasis en el desierto. Y al final de ese desierto estaba la meta que por fin le llegó después de 80 km.